Cultura y noticias hispanas del Valle del Hudson
Buen Gusto
La República de las Mujeres
Entrevista a la escritora Sandra Cisneros
Por Mariel Fiori
March 2022 La novela La Casa en la Calle Mango la hizo muy famosa, con seis millones de copias vendidas, traducida a 20 idiomas, es hoy lectura obligatoria en las escuelas primarias, secundarias y universidades de Estados Unidos. Con más premios y obras publicadas de los que se pueden contar aquí, una de las escritoras más reconocidas de los Estados Unidos, Sandra Cisneros habló con La Voz a propósito de su obra más reciente, la “novelita” bilingüe: Martita, Te Recuerdo.
Mariel Fiori: Leí tu obra más reciente, Martita, Te recuerdo. Mucha nostalgia, soy Argentina, leo sobre jóvenes en Paris, y digo “wow” esto me pasó a mi un poquito. No igual, los detalles no, pero las emociones sí. ¿Cómo lo lograste?
Sandra Cisneros: Yo creo en las historias de gente que emigran a otro país y que se sienten incómodos, tienen que aguantar y luchar para sobrevivir. Esta es la historia de la república de las mujeres, de los inmigrantes, de los pobres, de todos los que han sufrido y aguantan para seguir adelante, ¿no? Y a mi me pasó cuando viví y escribí la historia, algunas son combinaciones de varias personas que conocí, mujeres que conocí en mis viajes. Cuando viví en París, entendí la vida de mi padre: Soy hija de inmigrantes, de un señor que huyó de su casa durante la segunda guerra mundial, y se fue de vagabundo a los Estados Unidos y me contaba que a veces no tenía para comer, le robaban, y bueno muchas historias muy fuertes. Y fue así como entendí su historia: cuando yo llegué así, sin dinero, sin entender el idioma, y durmiendo en el piso, entendí la vida de mi padre, y de todos los inmigrantes actualmente con esta parte de mi vida que viví como vagabunda en París en el principio de los años 80 y me afectó fuerte, pero fue tan fuerte que aún siento mucha compasión por el inmigrante.
Háblanos de tu proceso creativo.
Para escribir siempre empiezo con una emoción, con algo muy fuerte. Quizás algo que deseo olvidar. Para mi eso es lo más importante, escribir de lo que uno desea, porque es una manera de transformar tus demonios en iluminaciones. Es muy curativa, es medicina fuertísima. Por eso lo hago, por eso soy sana. Y empiezo así con una emoción muy fuerte porque la verdad hubo una Martita de Buenos Aires en mi vida que perdí. Con los años conocí varias mujeres en el mundo, cuando estuve intentando liberarme del miedo que me puso mi padre, y conocí a unas mexicanas, algunas de Yugoslavia, de varios países. Conocí italianas, en todas partes que viajé porque me lancé con una beca que me dieron a los 28 años. Aprendí mucho, y más que nada aprendí las historias que las mujeres compartían porque nos hicimos amigas en nuestro tiempo de necesidad. Y la gente que no tiene nada, te regalan lo máximo ¿no es cierto? Y de eso empecé a escribir. Empecé con esa memoria de esa Martita, de las mujeres tan lindas, tan generosas conmigo y luego se hinchó, el cuento se hizo más grande. Pegué un trocito de la historia de mi prima, mis alumnas y se hizo una novelita.
Me encantó la versión en español porque están todos los acentos cuando los personajes hablan. ¿Cómo hiciste en inglés para reflejar esos acentos?
Yo me robo las historias de la gente que me va contando, así que las palabras, cuando las echan al aire, yo voy tras eso y cuando escribo en inglés intento imitar, aunque sea en inglés, la manera en la que habla la gente. En este caso, tenemos a Paula que es italiana pero que mezcla su italiano con inglés y español y Martita, de Argentina, de Buenos Aires, también tenemos a los muchachos que son porteños, el papá de Martita, mexicano, y su esposo, Ricardo que habla inglés. Entonces intenté mezclarlo y escribirlo de esta manera. Y también tengo amigas de Argentina que me ayudaron, a ver si se leía bien. Y mi maravillosa traductora, Liliana Valenzuela. Tengo que agradecerle a Liliana que ayer cumplimos 30 años trabajando juntas como colegas de la escritura y que ella es la mejor traductora en el mundo porque es poeta, cuentista, ensayista y además es un ángel. Así que no me faltaba nada.
¿Cómo fue ser la única hija mujer en una familia de tantos hermanos varones cuando eras joven?
La suerte que tuve es que fui la hija favorita de mi padre. Mi padre y yo nos entendíamos muy bien, éramos como gemelos, nos entendíamos. Pero él tenía sus ideas de cómo yo debería vivir mi vida, y yo tenía mi plan de ser escritora. No sé de donde salió ese plan, pero lo tenía guardado, secreto en mi corazón, me encantaba leer. Empecé a escribir poesía y cuentos en sexto grado, y no los decía en voz alta. Pero lo guardé en la profundidad de mi corazón, y mi papá como un señor de su época, pensaba que era bueno cuando le dije que quería estudiar en la universidad, porque en su generación las mujeres mexicanas de su clase lo hacían para encontrar un esposo, y por eso me animó a ir a la universidad. Pero ya después de estudiar cuatro años para mi licenciatura, dos más para mi maestría, mi padre me regañó ¡“Perdiste todos esos años!”. Pero al fin de su vida logramos entendernos, porque él sobrevivió para ver mi éxito, vio épocas muy fuertes, cuando no tenía nada de dinero, dormía en el piso, me iba de una chambita a otra, de un estado a otro con mis pertenencias, con mis cajas. Pero al fin de su vida logró entender por qué hice el sacrificio que hice, y nos entendimos. Y al final me dijo “m’ija no te vayas a casar, no van a quitar tus centavitos”. En ese momento me sentí como si triunfara. Todo lo que hice en mi vida era para su aprobación, pero él no podía o no quería leer mis obras. Así que me fue muy bonito al final.
Hay mucho de qué hablar con respecto a las mujeres en la literatura, lo que (no) nos enseñan, y lo que debemos desaprender. ¿Cómo cambias esto con tu escritura?
Cuando yo estudié, por ejemplo, tuve la suerte de tener una profesora muy buena en la secundaria que me presentó la literatura latinoamericana pero claro, casi todo fue por hombres. A excepción de Gabriela Mistral, un poquito de Alfonsina Storni. Y no nos tocó nada de las mujeres chingonas como Sor Juana Inés de la Cruz, o Elena Garro, o Elena Poniatowska, hay tantas. Esas no las encontré hasta después de dejar mis estudios en la universidad. Estoy agradecida por los escritores masculinos que me inspiraron como Borges, Juan Rulfo, Manuel Puig, por ejemplo, pero me siento como si ahora a los 66 años, ya no quedan muchos años, debo de enfocarme en las mujeres. Especialmente ahora en México, a donde me mudé hace unos ocho años. No sé nada, soy bien taruda cuando se trata de las literaturas de las mujeres porque no logran llegar al inglés, son las últimas que siempre intentan traducir. Traducen a los hombres primero y a las mujeres las olvidan ¿no? Así que a estas alturas me siento como en Kinder, empezando a leer, intentando leer a las mujeres en español, que me cuesta mucho trabajo, pero intento primero leerlas en inglés, y luego me lanzo al original. Quiero leer a estas mujeres porque ellas me dan permiso, me dan ánimo, me dan valentía, para seguir escribiendo mis historias desde el punto de vista de una mujer, de una hija, de una inmigrante, doble nacionalidad, dos idiomas.
El tema del hogar ha estado presente en tu obra, desde La Casa en la calle Mango, hasta este último, Martita, Te Recuerdo.
Yo creo que todas las mujeres buscamos un hogar que sea nuestro. No solamente físicamente, sino también psicológicamente porque nacemos en una sociedad donde la cultura, la iglesia, el sistema, nos dicen lo que significa ser una mujer buena y nunca tenemos ese espacio para describirnos sin ese prejuicio en la cabeza. Así es que para mi una casa propia no significa solamente el espacio físico de una casa, sino el espacio psicológico que nos da permiso a descubrirnos a nosotras mismas. Y para mi esa casa propia existe en la literatura de las mujeres, por eso busco las obras de las mujeres, porque siento que nosotras vivimos en una república de mujeres con los mismos sueños, los mismos problemas, y tenemos más en común como mujeres que hombres de nuestro propio país, ¿no es cierto?
¿Podrías dar un consejo para escritoras jóvenes?
Para las mujeres les voy a decir a todas que la primera cosa es que ganen su propio dinero. Así que hay que estudiar porque quizás no vas a ganar ni un centavo de escritora y no esperes ni un centavo. Si te llega algo, ¡que bonito! pero sino, no te vayas a desmayar. Segundo, controla tu fertilidad: ni el gobierno, ni el Papa, ni la iglesia, ni la sociedad, van a cuidar a tu niño, así que controla tu fertilidad según tus creencias. Y la tercera cosa, no se vayan a desesperar si no tienen novio o si no tienen una cita para el sábado, porque la soledad es necesaria para que puedas desarrollarte a ti misma.
*Para escuchar la entrevista completa con Sandra Cisneros en La Voz con Mariel Fiori en Radio Kingston, haz click aquí
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Sandra Cisneros: Yo creo en las historias de gente que emigran a otro país y que se sienten incómodos, tienen que aguantar y luchar para sobrevivir. Esta es la historia de la república de las mujeres, de los inmigrantes, de los pobres, de todos los que han sufrido y aguantan para seguir adelante, ¿no? Y a mi me pasó cuando viví y escribí la historia, algunas son combinaciones de varias personas que conocí, mujeres que conocí en mis viajes. Cuando viví en París, entendí la vida de mi padre: Soy hija de inmigrantes, de un señor que huyó de su casa durante la segunda guerra mundial, y se fue de vagabundo a los Estados Unidos y me contaba que a veces no tenía para comer, le robaban, y bueno muchas historias muy fuertes. Y fue así como entendí su historia: cuando yo llegué así, sin dinero, sin entender el idioma, y durmiendo en el piso, entendí la vida de mi padre, y de todos los inmigrantes actualmente con esta parte de mi vida que viví como vagabunda en París en el principio de los años 80 y me afectó fuerte, pero fue tan fuerte que aún siento mucha compasión por el inmigrante.
Háblanos de tu proceso creativo.
Para escribir siempre empiezo con una emoción, con algo muy fuerte. Quizás algo que deseo olvidar. Para mi eso es lo más importante, escribir de lo que uno desea, porque es una manera de transformar tus demonios en iluminaciones. Es muy curativa, es medicina fuertísima. Por eso lo hago, por eso soy sana. Y empiezo así con una emoción muy fuerte porque la verdad hubo una Martita de Buenos Aires en mi vida que perdí. Con los años conocí varias mujeres en el mundo, cuando estuve intentando liberarme del miedo que me puso mi padre, y conocí a unas mexicanas, algunas de Yugoslavia, de varios países. Conocí italianas, en todas partes que viajé porque me lancé con una beca que me dieron a los 28 años. Aprendí mucho, y más que nada aprendí las historias que las mujeres compartían porque nos hicimos amigas en nuestro tiempo de necesidad. Y la gente que no tiene nada, te regalan lo máximo ¿no es cierto? Y de eso empecé a escribir. Empecé con esa memoria de esa Martita, de las mujeres tan lindas, tan generosas conmigo y luego se hinchó, el cuento se hizo más grande. Pegué un trocito de la historia de mi prima, mis alumnas y se hizo una novelita.
Me encantó la versión en español porque están todos los acentos cuando los personajes hablan. ¿Cómo hiciste en inglés para reflejar esos acentos?
Yo me robo las historias de la gente que me va contando, así que las palabras, cuando las echan al aire, yo voy tras eso y cuando escribo en inglés intento imitar, aunque sea en inglés, la manera en la que habla la gente. En este caso, tenemos a Paula que es italiana pero que mezcla su italiano con inglés y español y Martita, de Argentina, de Buenos Aires, también tenemos a los muchachos que son porteños, el papá de Martita, mexicano, y su esposo, Ricardo que habla inglés. Entonces intenté mezclarlo y escribirlo de esta manera. Y también tengo amigas de Argentina que me ayudaron, a ver si se leía bien. Y mi maravillosa traductora, Liliana Valenzuela. Tengo que agradecerle a Liliana que ayer cumplimos 30 años trabajando juntas como colegas de la escritura y que ella es la mejor traductora en el mundo porque es poeta, cuentista, ensayista y además es un ángel. Así que no me faltaba nada.
¿Cómo fue ser la única hija mujer en una familia de tantos hermanos varones cuando eras joven?
La suerte que tuve es que fui la hija favorita de mi padre. Mi padre y yo nos entendíamos muy bien, éramos como gemelos, nos entendíamos. Pero él tenía sus ideas de cómo yo debería vivir mi vida, y yo tenía mi plan de ser escritora. No sé de donde salió ese plan, pero lo tenía guardado, secreto en mi corazón, me encantaba leer. Empecé a escribir poesía y cuentos en sexto grado, y no los decía en voz alta. Pero lo guardé en la profundidad de mi corazón, y mi papá como un señor de su época, pensaba que era bueno cuando le dije que quería estudiar en la universidad, porque en su generación las mujeres mexicanas de su clase lo hacían para encontrar un esposo, y por eso me animó a ir a la universidad. Pero ya después de estudiar cuatro años para mi licenciatura, dos más para mi maestría, mi padre me regañó ¡“Perdiste todos esos años!”. Pero al fin de su vida logramos entendernos, porque él sobrevivió para ver mi éxito, vio épocas muy fuertes, cuando no tenía nada de dinero, dormía en el piso, me iba de una chambita a otra, de un estado a otro con mis pertenencias, con mis cajas. Pero al fin de su vida logró entender por qué hice el sacrificio que hice, y nos entendimos. Y al final me dijo “m’ija no te vayas a casar, no van a quitar tus centavitos”. En ese momento me sentí como si triunfara. Todo lo que hice en mi vida era para su aprobación, pero él no podía o no quería leer mis obras. Así que me fue muy bonito al final.
Hay mucho de qué hablar con respecto a las mujeres en la literatura, lo que (no) nos enseñan, y lo que debemos desaprender. ¿Cómo cambias esto con tu escritura?
Cuando yo estudié, por ejemplo, tuve la suerte de tener una profesora muy buena en la secundaria que me presentó la literatura latinoamericana pero claro, casi todo fue por hombres. A excepción de Gabriela Mistral, un poquito de Alfonsina Storni. Y no nos tocó nada de las mujeres chingonas como Sor Juana Inés de la Cruz, o Elena Garro, o Elena Poniatowska, hay tantas. Esas no las encontré hasta después de dejar mis estudios en la universidad. Estoy agradecida por los escritores masculinos que me inspiraron como Borges, Juan Rulfo, Manuel Puig, por ejemplo, pero me siento como si ahora a los 66 años, ya no quedan muchos años, debo de enfocarme en las mujeres. Especialmente ahora en México, a donde me mudé hace unos ocho años. No sé nada, soy bien taruda cuando se trata de las literaturas de las mujeres porque no logran llegar al inglés, son las últimas que siempre intentan traducir. Traducen a los hombres primero y a las mujeres las olvidan ¿no? Así que a estas alturas me siento como en Kinder, empezando a leer, intentando leer a las mujeres en español, que me cuesta mucho trabajo, pero intento primero leerlas en inglés, y luego me lanzo al original. Quiero leer a estas mujeres porque ellas me dan permiso, me dan ánimo, me dan valentía, para seguir escribiendo mis historias desde el punto de vista de una mujer, de una hija, de una inmigrante, doble nacionalidad, dos idiomas.
El tema del hogar ha estado presente en tu obra, desde La Casa en la calle Mango, hasta este último, Martita, Te Recuerdo.
Yo creo que todas las mujeres buscamos un hogar que sea nuestro. No solamente físicamente, sino también psicológicamente porque nacemos en una sociedad donde la cultura, la iglesia, el sistema, nos dicen lo que significa ser una mujer buena y nunca tenemos ese espacio para describirnos sin ese prejuicio en la cabeza. Así es que para mi una casa propia no significa solamente el espacio físico de una casa, sino el espacio psicológico que nos da permiso a descubrirnos a nosotras mismas. Y para mi esa casa propia existe en la literatura de las mujeres, por eso busco las obras de las mujeres, porque siento que nosotras vivimos en una república de mujeres con los mismos sueños, los mismos problemas, y tenemos más en común como mujeres que hombres de nuestro propio país, ¿no es cierto?
¿Podrías dar un consejo para escritoras jóvenes?
Para las mujeres les voy a decir a todas que la primera cosa es que ganen su propio dinero. Así que hay que estudiar porque quizás no vas a ganar ni un centavo de escritora y no esperes ni un centavo. Si te llega algo, ¡que bonito! pero sino, no te vayas a desmayar. Segundo, controla tu fertilidad: ni el gobierno, ni el Papa, ni la iglesia, ni la sociedad, van a cuidar a tu niño, así que controla tu fertilidad según tus creencias. Y la tercera cosa, no se vayan a desesperar si no tienen novio o si no tienen una cita para el sábado, porque la soledad es necesaria para que puedas desarrollarte a ti misma.
*Para escuchar la entrevista completa con Sandra Cisneros en La Voz con Mariel Fiori en Radio Kingston, haz click aquí
Cisneros visita el Valle del Hudson
El NEA Big Read Hudson Valley, que será en abril, tiene como pieza principal La Casa en la Calle Mango. Se trata de una serie de eventos en colaboración entre Bard College, la revista La Voz, Bard MAT, Radio Kingston, el Conservatorio de Bard, la revista literaria Conjunctions, las bibliotecas de Kingston, Red Hook, Tivoli, Rhinebeck, el Centro Reher de la Historia y Cultura de los Inmigrantes y dos librerías locales, Rough Draft y Oblong. Habrá lecturas, grupos, marionetas, talleres de escritura, paneles, actuaciones de algunas de las viñetas de la novela que cuenta la vida desde la perspectiva de una niña inmigrante y más. La misma Cisneros estará por aquí en esos días. El calendario completo se encuentra aquíCOPYRIGHT 2022
La Voz, Cultura y noticias hispanas del Valle de Hudson
Comments | |
Comentario: Muchas gracias por este articulo. Me vino muy bien para la
clase de hispanohablantes ya que estamos leyendo Casa en Mango
Street! Posted: 3/11/2022 |